sábado, 28 de abril de 2012

Por eso, Gracias


Este post puede tener muchos comienzos. Uno podría decir: "Hoy se cumplen 35 años de la desaparición de mi papá" (desaparición digo, y no muerte, porque sólo sus asesinos saben la hora y el día en que murió)
O bien podría comenzar: "Hoy viajé sin escalas hacia mi pasado". Y también: "Hoy fue un día que no olvidaré jamás".
Podría hablar del duelo, del dolor, de la memoria que no olvida, de lo que quedó trunco...
Pero la muerte nada tuvo que ver en este día. Tampoco el rencor y el odio. Todo lo contrario.
Anoche recibí un mail de Laura, una mujer que no conocía. Ella y Magdalena, su mamá, no eran nada significativo en mi vida. Hasta hoy.
Hoy, el día en que se cumplen 35 años de la desaparición física de mi papá, la vida me sorprendió con una de esos regalos que llegan en el momento justo. Tan a tiempo. Tan oportuno...
Se trató de algo así como una cadena de favores en la que nadie se dio cuenta de cuan importante era su participación hasta que el destino llega, de manera inexorable y misteriosa, hasta su destinatario. O, para decirlo de manera simple y clara, hasta que eso que le perteneció siempre a uno llega otra vez a sus manos.
Rebobinando: Laura me rastreó (fe de erratas: me googleó) y me escribió el mail. Magdalena, su mamá, recibió una caja. Alejandro, el albañil, la encontró en un hueco del altillo en que hacía la refacción.
La caja contenía diarios personales. Fotos. Boletines. Cajitas con recuerdos de la infancia. Medallas. Más fotos. Más recuerdos...
Todo lo que está en esa caja de flores celestes, rosas y amarillas, fue mío. Es mío.
Mi diario de Hello Kitty escrito desde el año 1979 hasta el año 1982. El diario del primer viaje que hice a Europa. Los boletines de la secundaria. Un pedacito de mí, en suma,  que estuvo escondido (¿o debería decir custodiado?) en el altillo del que fue mi último hogar antes de casarme. Esa casa en la que también vivieron Magdalena y Laura durante 12 años y que luego pasó a otros dueños, que decidieron refaccionarla con Alejandro, el albañil alado que pensó que esa caja debía importarle a alguien y que era mejor no tirarla.
Y, como si todo eso que volvió a mí después de tanto tiempo (22 años para ser exacta) no fuera suficiente, en la caja había otro tesoro. Ese que me confirmó que no era casual que yo me reencontrara con mi pasado de esta manera. En este día.
Por eso, gracias.
A vos, Laura, que te tomaste el tiempo de buscarme y escribirme el mail.
A vos, Magdalena, que no te deshiciste de la caja y me recibiste pronto en tu casa.
A vos, Alejandro, que intuiste que eso no era para el volquete de escombros.
Y a vos, papá, que tenés maneras peculiares de hacerte notar.
No, no te olvido.
Siempre estás en mi corazón.

Victoria Branca


miércoles, 25 de abril de 2012

Un testigo privilegiado
















El lunes participé de la conferencia que Alberto Manguel, lector personal de Borges, dio en la Feria del Libro. Manguel no es popular. En una sala con capacidad para doscientas personas apenas completábamos ciento y pico.
Manguel no es best seller por estas latitudes. Sus libros no se encuentran sobre las mesas atestadas de esos ejemplares que hay que leer porque se acaba el mundo, y en ese frenesí histérico más vale tragarse todo lo que pueda salvarnos de un vacío irremediable.
De eso habló, en parte, Alberto Manguel. De los libros que dejan de ser alimento para el espíritu y se convierten, en manos de hábiles mercaderes y comerciantes, en objetos de consumo. El marketing dicta y la avidez consumista responde.
Lúcido y sereno,  Manguel le quitó ese barniz plástico y artificial al libro y lo tomó delicadamente entre sus manos. Fue pasando sus páginas con reverencia, deteniéndose en aquellos pasajes que conmueven al alma. Porque el libro, en manos de un verdadero lector, es una puerta abierta a infinitos mundos. Un testigo privilegiado y discreto del infinito sentir humano.
Leer otorga mágicos poderes, confió Manguel,  como la capacidad de eliminar barreras temporales y espaciales. No importa si esa historia que se desarrolla ahora ante mis ojos y entre mis manos ocurrió hace miles de años, es real aquí y ahora para mi, lector, que, ensimismado, no distingue ya entre pasado, presente y futuro. Todo ocurre en ese instante fugaz y eterno en el que el tiempo se detiene. Como si hubiese sido hechizado por la vara certera de las palabras.
Leer también refleja lo que nos pasa en el espejo de lo que dice el texto que otro, que no soy yo, pero que también soy yo, revela ante mí en sus palabras. Se produce una vía de comunicación fluída, íntima, verdadera, entre quien escribe y quien vivencia lo escrito.
Y leer, además, otorga el poder de entrever intuitivamente la inminencia de una revelación que no se produce (Borges dixit)
Son tantos los vericuetos, pasadizos, puertas secretas, mirillas, huecos, adonde nos conduce la magia de la lectura que sería imposible captar las realidades que nos presenta en su totalidad.
Pero como en todo viaje, lo importante no es la meta sino la manera de viajar (Stevenson dixit)

Victoria Branca

domingo, 22 de abril de 2012

La vieja Pachamama

Cuesta ver a la tierra como un ser vivo. Por eso, tal vez, se la crea inmutable, obvia y eternamente fiel. La tierra, pensamos, debe estar ahí, sosteniéndonos, abasteciéndonos, hospedándonos, dándonos frutos y posibilidades infinitas. Para eso está. Y el hecho de estar es lo que le atribuimos como característica fundamental. Es una certeza que estuvo antes de nosotros. Y debiera ser dogma que seguirá estando después. La tierra, con sus rotaciones y giros, sus cambios de estación, su resistencia estoica al paso del tiempo, su permanencia indiscutida entre planetas vacíos, fue, es y será el destino elegido por cualquier turista. ¿Acaso no estamos de paso en este mundo? La vieja pachamama ha sido testigo de tanto... Tanta historia guardada en sus pliegues. Tanto vivir metido en sus entrañas. El paso de incontadas pisadas y sentires. El correteo veloz del avance de los tiempos. El pisoteo desvergonzado de quienes se creyeron dueños de todo... La tierra ES un ser vivo. Quien, como una madre generosa a su vez, es dadora y contenedora de más vida. No somos sus dueños. Ella nos alberga y nos hospeda. ¿Cómo le pagaremos? Victoria Branca En el día mundial de la tierra

miércoles, 18 de abril de 2012

Una Teoría
















Todos tenemos una teoría acerca de nosotros mismos.
Con información de aquí y de allí fuimos construyendo aquello que llamamos identidad. Soy así, no soy eso, me dicen que soy bastante de esto... La imagen que fuimos delineando de nosotros mismos nos representa.
O eso creemos.
Porque muchas veces ese o esa que creíamos ser no es un reflejo tan fiel de lo que somos o, al menos, no nos define.
Los otros se encargan de ponernos calificativos (y descalificativos) para que calcemos en los moldes conocidos pero nuestra anatomía original no siempre coincide con el zapato de cristal en el que los demás pretenden que entremos.
La autoimagen, esa que constituye el núcleo central de la autoestima, es sumamente frágil y dependiente, pende de delicados y finísimos hilos que mantienen en equilibrio nuestro amor propio y la manera en la que nos brindamos a los demás.
Cuanto mayor haya sido la contención y el sostén emocional mientras crecíamos (¿es que alguna vez dejamos de hacerlo?) más fuertes y resistentes seremos a la crítica deportiva y despiadada. Y menos vulnerables a priorizar las opiniones ajenas en detrimento de las nuestras.
La estima de sí, el sano amor a uno mismo, es de vital importancia. Tan vital que de ello depende nuestra supervivencia en el mundo.
Si logramos tener una amistad saludable con nosotros mismos no necesitaremos llenarnos de gente alrededor, ni correr desesperados detrás de un elogio o una validación, tampoco esperar a que otros nos den permiso para vivir.
¿Por qué somos tan proclives a dejar en manos ajenas nuestra suerte?
Valgo. No sirvo. Soy talentoso. No soy capaz. Me falta coraje. Soy genial.
De acuerdo a los comentarios, gestos, muecas, silencios, expresiones y todo ademán que me hagan los demás, iré llenando los casilleros según corresponda.
El amor a uno mismo tiene mala prensa. Por siglos nos repitieron que hay que amar a muchos otros primero, por encima y por delante de nosotros. Que hagamos fila quietitos y obedientes ahí atrás.
Tal vez haya que revisar esos viejos manuales de la vida, no sea que se conviertan en dictámenes de una muerte lenta e imperceptible.

Victoria Branca

lunes, 16 de abril de 2012

Mi Alma está alborotada















Mi alma está un poco alborotada. Aunque cuando me escucho decir: "mi alma está alborotada" me pregunto si el alma es capaz de eso. Porque si hay algo que debiera permanecer más allá de todo este ajetreo al que nos somete la vida terrena (la única que conozco por ahora) es el alma.
El corazón, ese sí que puede alborotarse. ¡Y cómo! Las veces en que a mí se me alborotó a lo loco el corazón tuve que arriarlo, como a un caballo zarpado, y llevarlo de regreso al corral. Junto a la obediente tropilla. Confieso que a veces lo dejé aventurarse libre y brioso más allá del horizonte conocido, pero al rato volvió abatido y cabizbajo, como un hijo pródigo, esperando que una voz paterna le dijera, bueno, yo te lo advertí, pero pasá. Está todo bien.
Los parámetros y los marcos de contención sirven para algo, me digo, cuando se me arremolinan las ideas y el ímpetu, y esa fuerza no domesticada del todo comienza a hacerse notar. Otra vez.
Bueno, bueno, ya va a pasar. Respirá hondo. Volvé a tu tarea...
Pero es justamente cuando uno respira hondo, bien profundo, bajo las napas y cortezas del mundo cotidiano, cuando se topa con ese magma indómito y tan vivo. Con esa murga constante y explícita que te zarandea el alma.
¿El alma puede ser zarandeada?
¿Y de dónde cornos sale esa palabra?
Vez, eso es lo que digo. Hay un carnaval que danza a sus ansias ahí. (Sí, a sus libres y anchísimas ansias)
Nadie lo detiene. Nada lo contiene. Es una explosión de música y color. De vida intensa y espontánea. Caótica. Cierta. Vital.
Subterránea.

Victoria Branca

domingo, 15 de abril de 2012

Admiradores se buscan




















Si te gustan mis pies,
la manera en que camino,
mis labios y las palabras que pronuncio,
mi manera de tocarte
y de mirar,
lo que callo entre lineas
y lo que dejo traslucir en mis silencios...

Dale, pasá, ponéte cómodo y hacéte mi seguidor.

Festejo la entrada número 600
con una invitación a que se sume más gente.
Libre admisión y permanencia

¿Venís?

viernes, 13 de abril de 2012

A veces















En este convulsionado mundo
frenético,
ruidoso,
hostil,
dan ganas de
refugiarse,
atrincherarse,
cobijarse,
buscar asilo
en algun rincón
sereno,
benigno,
amable
de este universo
impredecible,
alocado,
intensamente
vivo.

Victoria Branca

miércoles, 11 de abril de 2012

Autobiografía de un artista













"Cuando la serenidad del taller me lo permite, en un alto del trabajo reviso mi acopio de papeles amarillos, y vuelven a mi mente los días expedicionarios de mi juventud, cuando la tentación del viaje me llevaba a los sitios más perdidos en el mapa.
Un día en Ceilán, otro en París iban quedando sellados en mi pasaporte, en un itinerario inacabable que yo me imponía, fiel a mis ansias de recorrer el mundo.
Siempre digo que viajar es correr paralelamente con la vida, y si ese viaje está enganchado a la acción del trabajo y el aprendizaje, la cosecha premiará nuestro regreso.
Por eso, ahora que los años debilitaron este ímpetu, cuando miro los mapas o recorro las páginas de los viejos libros me siento participando en las aventuras de todos aquellos que un día se atrevieron a zarpar hacia la nada buscando el algo.
A veces observo o analizo lo realizado en mi larga vida y, al enfrentarme a la variedad de temas enfocados, no sé si es verdad que hice lo que hice o no y, al revisarlo, me lo imagino.
Por momentos entro en el delirio de tocar las obras realizadas para constatar si en verdad existen o, en mi fiebre de querer hacerlas, las construí en mi mente. Pero entonces esculturas, pinturas, dibujos, grabados, vitrales, planos, objetos de toda índole, proyectos alocados, colecciones, escritos se asoman y me acechan ratificando así la realidad.
Al pasar revista, haciendo el balance de todos mis intentos, rescato los escritos que, envejecidos, dormían en el fondo de mis baúles. Y, continuando mi adicción a crear no importa qué, trato de afinar mi vista, estirar mi brazo, para visualizar o tocar todo aquello que voy descubriendo, que siento de mi autoría pero es apenas espejismo que se disipa, como una nube empujada por el viento. En medio de esta confusión avanzo mi revisación de una vida."

"Posdata",
Autobiografía de
Carlos Páez Vilaró

martes, 3 de abril de 2012

Otoño


















El otoño es el anfitrión de la nostalgia.
Invita, con delicadeza, a entrar. A meterse dentro de la propia casa.
A encender un fuego discreto y sereno. A echarse una manta sobre los pies.
De las alacenas se rescatan platos hondos y cucharones.
De los estantes, fotos viejas.
Del corazón, eso que quedó sin arrumbar.
Porque el verano lo deja todo para más adelante. O para más atrás. Pero el otoño va en busca del olvido.
La música cede en estridencias y jolgorio. Aparece, allá lejos, el silencio.
El otoño no impone nada. Y, sin embargo, lo propicia todo.
Las hojas caen rendidas a sus pies.
La tierra es un lecho inmenso.
Los colores atenúan su brillo y las pasiones su intensidad.
Descienden la temperatura y la urgencia.
La naturaleza, ahí afuera, enseña que todo cumple su ciclo. Que la prisa es un invento humano.
Demasiado humano.
Los frutos de la tierra humean a fuego lento en la cocina.
Habrá que esperar que la dura consistencia se ablande. Como la piedra,
que al contacto con el agua se deja horadar.
Y pulir.
El agua contiene.
Libera los perfumes oprimidos.
La plasticidad amortajada.
El sabor esencial.

Victoria Branca

lunes, 2 de abril de 2012

Relatos Esenciales


















Ayer me topé, en la vidriera de La Boutique del Libro, con este tesorito.
Hace rato que Hermann es mi amigo. De esos amigos mayores que en pocas palabras te transmiten su sabiduría sin estridencias. Sin jactarse de que saben.
Con su Lobo Estepario me zamarreó la cabeza.
"Lobo" se llama, justamente, el primero de los relatos de este baúl de tesoros en formato libro.
Hoy es feriado. Hay que conmemorar el inicio de una guerra siniestra. El sol está quieto y sereno cobijando la locura humana. Observándolo todo, sin juicio, desde una considerable perspectiva.
Yo no veo tan claro desde aquí abajo. Hay asuntos que me parecen absurdos. Muertes que considero innecesarias. Egos, desmedidos.
Mejor me siento tranquila bajo un árbol y mientras rezo una pequeña plegaria por los jóvenes inexpertos que se fueron, abro las primeras páginas del libro de Hesse, y hago silencio para escucharlo.

Victoria
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