Leemos más de lo que pensamos. Quiero decir que somos lectores más veces de las que somos conscientes. Es decir, leemos aunque no tengamos un libro entre manos. ¿Me hago entender?
Leer no es privativo de los que escudriñan un texto. Tampoco de los intelectuales. Ni de los ávidos devoradores de clásicos. Leer es más común de lo que creemos y, de tan común, ordinario.
Leer, eso sí, es un acto íntimo. Y privado.
Se lee en silencio. De afuera hacia adentro. Si no, no es lectura. Es otra cosa.
Se lee de pie, recostado, andando, de noche, de día, en medio de un tumulto, a solas...
La lectura, así, es una práctica habitual y cotidiana. Para todos. Para unos, es verdad, más que para otros.
Leemos más de lo que pensamos.
Leemos gestos, miradas, rostros, ausencias...
Leemos acciones, silencios, sueños...
Leemos distancias, cercanía, contacto...
Leemos llantos, risas, abrazos, canciones...
Leemos estados del tiempo y del ánimo...
Leemos historias...ajenas y también la propia.
Leemos arrugas, surcos, heridas...
Leemos pálpitos, impulsos...
Leemos arrebatos, desenfados...
Leemos la locura, la discreción, el deseo...
Leemos la paciencia, la ternura, la espera...
Leemos más de lo que pensamos.
Sí, y también leemos eso, las palabras.
Victoria Branca