miércoles, 27 de abril de 2011

La Felicidad está sobrevaluada


















La felicidad está sobrevaluada. Se la busca, se la desea, se la promete, se la promociona, se la extraña...
Todos queremos ser felices. Y que nuestros hijos y nietos también lo sean. Como si la felicidad fuese algo que durara y permaneciera en el tiempo. Como si la felicidad fuese un bien que uno pudiera procurarse cuando quiere y darlo a otros en calidad de préstamo o dádiva.
¿Que significa sentirse feliz? Porque lo que puede hacer feliz a algunos puede resultar una desgracia para otros. O un inconveniente. La felicidad, así planteada, no sería unisex, ni talla única, ni multialcance, ni abarcaría a todos por igual.
Se invierte demasiado dinero y demasiado tiempo en la tan ansiada felicidad. Como si ésta fuese un retazo del paraíso que nos está reservado en algún lugar del planeta. Pero ni bien creemos haber llegado a destino, la astuta felicidad se evapora, como un oasis en el desierto, y nos deja más sedientos y frustrados que antes.
Se escriben infinidad de libros con recetas para ser felices. Se dictan conferencias explicando pasos y ejercicios para alcanzarla. Se dan testimonios contando el calvario privado que llevó a alguien a salir del infortunio personal y alcanzar la gloria universal. Se la ofrece en fascículos coleccionables y en estuches coloridos.
Pero aún accediendo a estas propuestas, la felicidad se esfuma como un fantasma. O como una ilusión. Sin consistencia. Sin peso. Sin permanecer despierta ni siquiera unas horas a nuestro lado.
Quizás, la felicidad no sea más que la suma de algo. Retazos de algunos momentos que nos hacen sentir bien. A gusto. Como en casa. O lejos de ella.
Quizás la felicidad tenga más que ver con saborear a conciencia lo que nos pasa. Los encuentros. Los logros. Los sueños alcanzados. Un rato de placer. Ciertos gustos. A los seres amados.
Pero nada de eso dura para siempre. Ni los encuentros. Ni los logros. Ni los sueños alcanzados. Ni los ratos de placer. Ni los gustos. Ni los seres amados...

Victoria Branca

9 comentarios:

eli dijo...

No voy a ser tan grosera de decirte "me quitaste las palabras de la boca" porque jamás de los jamases podría haber escrito yo eso tan maravillosamente como lo hiciste! Sí que con tus palabras has logrado expresar lo que pienso del tema. Me gustó muchísimo, Victoria.

vivi dijo...

Ser feliz "a pesar de todo". Quizás este sea el secreto. Un gusto Victoria como siempre. Vivi de Tigre.

Bea dijo...

Y...ES ASÍ! me quedo con saborear... "momentos", eso sí es felicidad, los sentidos que me traen...
Gracias, cada día más

Anónimo dijo...

estamos tan preocupados tratando de ser felices que no lo disfrutamos cuando lo somos y se nos escapa. Felicidad....momentos irrepetibles tinker bell

Moni dijo...

La felicidad es así... tantas veces pasa por nuestro lado y no nos damos cuenta...
Tan ocupados estamos buscándola que no nos damos cuanta que está con nosotros...
Retomando tus palabras... leerte es un retazo de felicidad que encontramos cada vez que entramos en tu blog
Gracias por compartir tus pensamientos con nosotras
Un abrazo
Moni

Victoria dijo...

Qué lindo Moni. Gracias!

Eskita dijo...

sigo leyendote y me tocan el alma tus palabras... es TAN ASÍ! por que seguimos buscando ESA felicidad de cuentos que no existe? creo que la buscamos, sabiendo que son solo momentos, pero imaginando que un dia sera para siempre, y ese motor es el que nos provoca seguir buscando, seguir andando, la creencia, la ilusion de que un dia la felicidad vendra y ya nunca se ira...
la realidad es como vos decis, pequeños momentos, esos momentos que hacen que los otros, no tan buenos, hayan valido la pena... gracias por tus palabras siemrpe y por compartir tu interior :) besote!

elena nuez dijo...

Graciaaaaas!!!!

Maria Luisa dijo...

Soy una mujer grande de vida plena. No sin dolores,con tiempos muy felices, no sin alegrías enormes!No sin duelos!
Es por ello que frente a esta reflexión de hoy Victoria, es que he pensado mucho en algo que siempre afirmo: El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, para vivir y convivir con Él. Ni el ateísmo, ni el agnosticismo, ni la indiferencia religiosa son situaciones naturales del hombre ni pueden tampoco ser situaciones definitivas para una sociedad.
Los hombres estamos re-ligados esencialmente a Dios, como una casa lo está respecto al arquitecto que la construyó. Más pronto o más tarde, añoramos la casa y el amor del Padre. Nos ocurre como al hijo pródigo de la parábola: no dejó de ser hijo cuando marchó de la casa de su padre y, por eso, a pesar de todos sus extravíos, terminó sintiendo un anhelo irresistible de volver. Todos los hombres sienten siempre la nostalgia de Dios y tienen la misma experiencia que san Agustín, aunque no sean capaces de expresarla con la misma fuerza y belleza que él: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón no descansará, hasta que descanse en Ti» (Confesiones, 1,1).
Somos esa flecha que desde nuestro nacimiento se ha lanzado en su búsqueda.En El alcanzaremos la felicidad que no se acaba.

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