martes, 30 de noviembre de 2010

Hermana duda


















No tengo a quien rezarle pidiendo luz,
ando tanteando el espacio a ciegas.
No me malinterpreten, no estoy quejándome,
soy jardinero de mis dilemas.

Hermana duda,
pasarán los años, cambiarán las modas,
vendrán otras guerras, perderán los mismos
y ojalá que tú sigas teniéndome a tiro,
pero esta noche, hermana duda,
hermana duda, dame un respiro.

No tengo a quien culpar que no sea yo,
con mi reguero de cabos sueltos.
No me malinterpreten, lo llevo bien
o por lo menos hago el intento.

Hermana duda, pasarán los discos, subirán las aguas,
cambiarán las crisis, pagarán los mismos
y ojalá que tú sigas mordiendo mi lengua,
pero esta noche, hermana duda,
hermana duda,
dame una tregua...

Jorge Drexler

lunes, 29 de noviembre de 2010

Esa pregunta...

















El suplemento de cultura del diario Perfil del domingo trae cada semana un mini reportaje a algún escritor. El cuestionario es el mismo para todos. No así sus respuestas, que varían según quien responda.
Hay una pregunta que a mí me interesa particularmente, más por curiosidad que por otra cosa. Y es esa que dice: ¿Cuándo escribe?
Algunos responden al estilo militar: "de 6 a 11 horas, todos los días". Otros esbozan una contestación despreocupada y dicen algo así como: "depende, pero suele gustarme más durante la noche." Otros dejan aflorar su veta poética y enuncian: "La aurora me permite expresarme de manera más libre, el crepúsculo en cambio suele sumirme en un estado opresivo".
Me divierte hacer un mini análisis del entrevistado y concluir rápidamente si me resulta verdadero o un fiasco. Y debo admitir que la balanza se inclina indefectiblemente para un lado o para el el otro cuando llego a esa pregunta: ¿Cuando escribe?
Junto a un amigo escritor, en nuestras charlas de hace unos años, intentamos respondernos mutuamente esa pregunta. Pero de verdad. Sin querer aparentar lo que no éramos. Quitándonos las máscaras y el vicio de querer mostrar nuestra mejor versión.
Me reservo la respuesta por si algún día me incluyen en la nómina de entrevistados del suplemento, pero a modo de adelanto digo: "todo el tiempo". Porque, en cierta forma, todos somos escritores.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Con la escarcha fría


















Norma Jean Mortenson nació bajo el signo de géminis. Ella misma se consideraba como "Jeckyll & Hyde, dos en uno". El seudónimo que eligió para hacerse conocida fue el de Marilyn Monroe.
Su lunar, su melena rubia y sus curvas voluptuosas fueron su sello inconfundible.
Era sexy por naturaleza. Y algo melancólica.
Se sabe de ella que coqueteó con el poder y generó escándalos. Que su belleza era aniñada y perturbadoramente sensual. Que estuvo casada pero que no tuvo hijos.
Pero lo que pocos saben es que era una apasionada lectora. Y que escribió poemas y reflexiones en unas pequeñas libretas negras que llevaba consigo a todas partes.
A pesar de haber sido una figura pública y asediada supo resguardar su intimidad. Al menos esa cara de su alma a la que pocos, si es que alguno lo hizo alguna vez, podían acceder.
"La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita", le dice el cartero a Neruda. Y de esa forma se apropia de los versos del capitán como si él no fuera más que mensajero de las palabras que son patrimonio de todos.
Marilyn escribía, mayormente, poesías. O las recibía de manos de su corazón, ese que mostraba una faz hacia el exterior y mantenía su lado más tierno y vulnerable a la sombra.

Life Vida
I am of both of your directions
soy de tus dos direcciones
Somehow remaining hanging downward
De algún modo permaneciendo colgada hacia abajo
the most
casi siempre
but strong as a cobweb in the
pero fuerte como una telaraña al
wind- I exist more with the cold glistening frost.
viento- Existo más con la escarcha fría resplandeciente.
But my beaded rays have the colors I´ve
Pero mis rayos con abalorios son del color
seen in a painting
que he visto en un cuadro
Ah life, they have cheated you.
Ah vida, te han engañado.

Marilyn Monroe,
Fragmentos
Seix Barral

martes, 23 de noviembre de 2010

Antes y Después













Fue un asunto engorroso y molesto durante mi infancia. Por no decir traumático.Suscitó bromas pesadas y comentarios burlones. Y me hizo derramar una que otra lágrima.
Fue también mi sello personal. La plataforma desde donde me plantaba en un mundo extraño y por momentos hostil, pero al que yo observaba desde cierta distancia y perspectiva. Sobretodo por mi altura.
Mis pies son grandes. Calzo 41 y medio. Que según el clima pueden estirarse hasta un 42. Una rara chica big foot. Lo que hace que me resulte una odisea peor que la de Ulises encontrar zapatos para transitar por esta vida.
En cada local al que entro me dicen que sólo tienen hasta el 40. Y la etapa en que doblaba el pie como una hermanastra deseosa de pertenecer a la realeza de los correctamente bien numerados, por suerte, ya pasó.
Hace rato que busco andar por la vida libre y de manera auténtica y ya no quepo en esos mandatos del piecito pequeñito y femenino que impuso algún tarado.
Conclusión: uso el mismo par de botas durante todo el invierno y alterno entre ojotas y dos o tres pares de sandalias compradas en "God bless America" en un bendito viaje de acopio acorde a mis medidas.
Pero eso fue antes. Ahora estoy en el paraíso de Gulliver decidiendo cuantos pares de bellísimas sandalias voy a comprarme este verano.
Es que la vida me hizo apoyar la ñata contra el vidrio correcto, y dí, de pura casualidad (¿?) con el local de zapatos de mis sueños. Los números van del 41 al 44. Sí, no te estoy exagerando. Mis pies, ahí, son de lo más menuditos.
Ya encargué unos stilettos 42 para vengarme de tantos años de restricciones impuestas desde afuera. Y ya les aviso a las señoritas de piecitos modestos que están acostumbradas al derroche zapateril que se hagan a un lado. Esta caminata sexy, es mía.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Ellas, las pre-posiciones

















Forman fila ante, bajo, desde, en, sobre, tras, mi mesa de luz.
Para ser amados u odiados.
Poseídos o desairados.
Para perturbar mi paz
o provocarla.
Para llevarme lejos
o estaquearme en mis mundos conocidos.
Para sabotear mis viejas creencias
o perpetuar mis argumentos.
Para irrumpir en mis secretos,
para que desande caminos,
para que despierte
o siga durmiendo.
Para restaurar grietas antiguas,
desenpolvar sueños y deseos.
Para entorpecer el buen descanso
y alocarme la modorra.
Para cuestionarme,
enfrentarme,
desarmarme,
arrinconarme.
Para que desate una pasión
o alguna muerte.
Para que envejezca entre las mantas
o me haga felina entre las sábanas.
Para que huya como cobarde
o me deja besar por el coraje.
Aguardan, en silencio, quietitos, obedientes,
los libros que aún no leo.

Victoria Branca

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La visita menos pensada














La tristeza no organiza citas. No se anuncia, ni te envía un recordatorio para que sepas que pasará por tu casa en un determinado día, a una cierta hora.
La tristeza es incierta. Y misteriosa.
Aunque intentes posponer el encuentro apelando a mil y una excusas, se quedará quieta en un rincón de tu corazón, sin la menor intención de irse, y con la absoluta certeza de que se ha presentado allí por un motivo que te incumbe.
La tristeza es irritante, e incómoda. No se atiene a modales burgueses ni se comporta según el protocolo.
Pero si hay algo que no puede reprochársele es que no sea auténtica.
Es verdad que puede salir a escena de la mano de la irritación y la bronca, pero rápidamente se suelta y se deja ver en toda su penitud. Sí, su plena pena se derrama sin fuerzas y ya no hay contención posible.
Se le tiene miedo a la tristeza. Es portadora de debilidad. Es promotora del desaliento. Pero la pobre no ha tenido buenos agentes de prensa y se la opone a la alegría como si fuese su eterna sombra. Pero ella no es su oponente. Es sólo su otro costado. Así como el día y la noche se turnan para velar por la tierra, así también la tristeza y la alegría deberían habitarnos de a ratos.
A mí suele agarrarme desprevenida. Y está bien que así sea, porque es en esos momentos en que ningún artilugio mental me anda haciendo guardia, y ella puede deslizarse tranquilamente hasta mi corazón. Y una vez ahí dentro, ya no hay cerrojos ni puertas que le impidan instalarse a sus anchas.
Pero no es cargosa. Y cuando vacía la tercera taza de té, muy delicadamente se retira. Y me deja lagrimeando pensativa, pero serena.

Victoria Branca

lunes, 15 de noviembre de 2010

11 Enseñanzas














1. El coraje no es la ausencia de miedo.
El coraje no es algo innato, se elige. No se nace valiente, todo radica en cómo se reacciona ante las diferentes situaciones.

2. Sé mesurado.
Date tiempo antes de tomar decisiones. Considera todas las opciones. No te precipites. Cultiva la calma. Que no te envuelvan ni te arrastren las emociones.

3. Lidera desde el frente.
Algunas veces es absolutamente necesario que un lider tome medidas de manera independiente, sin consultar a nadie, e informe a la organización de lo que ha hecho.

4. Lidera desde atrás.
No es bueno sitiarse en el centro de atención. Las funciones de un líder consisten también en saber delegar y promover. Un buen jefe no sólo imparte directivas sino que sabe escuchar las opiniones de los demás.

5. Métete en tu papel.
Si vas a desempeñar un papel tienes que usar el vestuario adecuado. La apariencia, aunque no sea lo esencial, habla de cómo somos. La imágen tiene poder. La expresión de tu cara es poderosa. Se puede ser auténtico sin tener que revelarlo todo.


6. Ten un principio esencial. Lo demás son estrategias.
Decide cuál es el principio que orienta tu vida y por el cual no das el brazo a torcer. Luego, todo lo demás estará subordinado a ese objetivo primordial. Cuando las circunstancias cambien, cambiarás de estrategia, pero no de principio.

7. Piensa bien de los demás.
Considero que todo el mundo es bueno, mientras se demuestre lo contrario. Nadie nace con prejuicios o racista. Nadie es intrínsecamente malo. La maldad es algo que las circunstancias, el entorno o la educación inculca o enseña a los hombres. No es innata.

8. Conoce a tu enemigo.
Conocer al enemigo no es sólo un acto estratégico, sino un acto de empatía.

9. Ten cerca a tus rivales.
No hay que subestimar al que compite contigo. Observarlo de cerca te permite aprender de él y verlo venir.


10. Debes saber cuando decir que no.
De nada sirve dar falsas esperanzas cuando sabes de entrada que tu respuesta será un no. Si hay que decepcionar a alguien, cuanto antes mejor.

11. Es un juego largo.
La prisa conduce al error y a los juicios equivocados. Muchas veces hay que posponer la gratificación. La velocidad no es nuestro ritmo natural. La impaciencia tampoco es una virtud.

Extractado del libro "El legado de Mandela,
15 enseñanzas sobre la vida, el amor y el valor",
de Richard Stengel

jueves, 11 de noviembre de 2010

El bueno de Will Hunting


















El bueno de Will Hunting se mete en problemas a cada rato.
Por las mañanas se sienta en un auto viejo y destartalado junto a una banda de vagos y acecha las calles en busca de pelea.
Por las tardes, limpia los pasillos desiertos de una prestigiosa universidad de Boston.
Es brillante, pero está demasiado herido como para mostrar que es algo más que un chico problemático.
Por suerte siempre hay alguien capaz de ver más allá de las corazas.
Y si no, está la flecha certera del amor...

Good Will Hunting (En busca del destino)
Con las maravillosas actuaciones de Matt Damon y Robin Williams

martes, 9 de noviembre de 2010

Recuperar la propia Identidad


















Existen infinitas frases hechas que aluden a lo que somos. O a quienes somos. Sentencias que pretenden delinearnos una identidad o, al menos, etiquetarnos de manera precisa para que a otros les resulte más fácil encasillarnos en algun lugar. Nos construye, en los primeros años, la mirada del otro. Lo cual no quiere decir que nos edifique, dignifique y magnifique. A veces, tristemente, sucede lo contrario: las miradas también pueden mostrar desprecio, desaprobación y desprestigio.
En el transcurrir de la vida vamos rearmando la propia historia y con ella, recolectando piezas que conforman nuestra identidad.
No es fácil volver a adueñarse de quienes somos una vez que creímos ser algo que no éramos. Tampoco es sencillo reapropiarse de aspectos olvidados y cualidades desaparecidas. El entorno (léase familiares, amigos y otros significativos) prefieren que sigamos operando bajo el manual conocido por ellos. Todo lo que sea novedoso les resulta subversivo o, al menos, perturbador.
Por eso, infinidad de veces acomodamos el rumbo hacia los puertos conocidos. Por eso, tantísimas veces adherimos de manera automática a las ideas de otros. Por eso, tantas otras, silenciamos nuestro descontento detrás de una mueca forzada y nos alistamos en las filas conducidas por quienes alzan la voz más que nosotros.
Pero no se puede mantener amordazada y en cuativerio a la propia identidad por demasiado tiempo. Tarde o temprano, el alma cautiva rompe sus cadenas y reaparece en la superficie dispuesta a mostrarse tal cual es. Tal cual fue concebida desde el inicio. Con la única convicción de saberse digna de ser.
Recuperar la propia esencia, que es el perfume único y verdadero de la propia identidad, es una tarea que nos atañe a todos. Nos interese o no ponerlo en algún orden de prioridades, es un asunto que nos involucrará más tarde o más temprano. Con o sin nuestra aprobación. Porque así como la propia voz se alza entre el griterío alguna vez en la vida, así también nosotros nos vemos,un día, bajo nuestra propia mirada.

Victoria Branca
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