martes, 8 de mayo de 2012

El Cuarto Mandamiento


Reza el cuarto mandamiento: "Honrarás a tu padre y a tu madre". Cae la sentencia escrita sobre piedra con una fuerza demoledora exigiendo por parte de los hijos ¿qué?
¿Qué significa honrar?
En el diccionario encontramos los siguientes sinónimos: respetar, estimar, enaltecer, premiar...
Vayamos por parte. Respetar es una cosa, estimar es algo más. Podemos respetar a una persona sin que la estima esté en juego. Podemos, también, sentir estima por alguien pero no respetarla.
Enaltecer supone algo bien distinto. Si tomamos la preposición en por separado en-altecer sería poner en alto (o en un altar) a algo o, en este caso, a alguien. Quien enaltece pone en un rango de superioridad, digno de veneración, al objeto (o sujeto) de enaltación. Y quien pone a otro por sobre la propia altura se sitúa, indefectiblemente, en un lugar de inferioridad, de menor altura.
Se crea así una diferencia jerárquica. Una desigualdad de condiciones.
Es natural que los padres ocupen un rango de mayor jerarquía en la verticalidad de la descendencia pero, ¿hasta cuando? ¿De qué modo? ¿A qué costo?
Otra cuestión se cuela en la definición de honrar, la que describe a la persona honrada como quien no miente ni engaña. Es decir, el sujeto digno de ser honrado es (o debiera ser) una persona que dice la verdad y que no esconde nada. Al menos, no frente a los hijos que son los que deben cumplir con este mandato.
Alice Miller, doctora en filosofía, psicoterapeuta y socióloga cuestiona con lucidez y audacia el cumplimiento ciego del cuarto mandamiento:
El cuarto mandamiento contiene una amenaza, quizás un chantaje, que hoy en día sigue ejerciéndose. El que dice que hay que honrar a los padres aunque no lo merezcan, de lo contrario moriremos prematuramente. Esto no significa que, en el caso en que nuestros padres nos hayan deshonrado o maltratado, hay que pagarles con la misma moneda y tratarlos con crueldad, sino que debemos verlos tal como eran, tal como nos trataron cuando éramos pequeños, para liberarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos de este modelo de conducta.
Los mandamientos fueron escritos sobre una mole de piedra allá lejos y hace tiempo. Pero de manera misteriosa y superando todos los records, siguen vigentes al día de hoy.
Poner, ya no en un altar, sino en un estrado a los propios padres es una  tendencia que fue imponiéndose en los tiempos modernos. Pero sólo para enrrostrarles nuestras frustraciones y rabias. Ubicarlos en perspectiva y observarlos durante largo rato para verlos tal como son y no como queremos que sean (o como nos convino creer que fueron) esa es otra historia.
Invita Miller: Es preciso que nos desprendamos de los padres que tenemos interiorizados, sentir el dolor reprimido, conocer la historia que el cuerpo ya conoce emocionalemnte y reconocer la propia verdad. Porque la moral puede dictar lo que debemos y no debemos hacer, pero no lo que debemos sentir. (Alice Miller, El cuerpo nunca miente)


Victoria Branca



3 comentarios:

Teresita dijo...

Victoria
que bonita reflexión.Es un placer pasar a saludarla.

V dijo...

Me obligas a pensar Victoria, cosa que no hago a menudo (sonrío). Es muy interesante el estudio etimológico que planteas pero no se si resuelve la cuestión totalmente.
La cuestión es que elconcepto depadre,o de madre,puede observarse en abstracto, referido a su significado genérico. Pero también puede contemplarse referido a cada experiencia particular.
Creo que debo honrar el nombre de mis padres, y no mancharlo por la sencilla idea de traerme a este mundo. Y por el magnífico ejemplo que siempre serán para mi.Así de simple.
Entiendo que cada caso es muy particular. En mi caso concreto, no tengo inconveniente en proclamar a los cuatro vientos que siempre me sentiré en deuda con ellos. Por innumerables razones que sobrepasan el espacio de un comentario.
Miller plantea otra posibilidad,supongo que el problema que se genera cuando la paternidad es una chapuza,por decirlo suave. En ese caso el ejemplo también sirve,justamente para saber como uno no se debe conducir por la vida. Saludos.

eli dijo...

Y adhiero y acepto la invitación de Alice Miller: nada de que me dicten lo que debo sentir, ni que se lo dicten a mis hijos, que yo haré lo mejor que pueda para lograr que me amen por ser como soy y no por portación de título.
Besos Victoria!

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