viernes, 4 de septiembre de 2009

Sobre la Tolerancia


















En estos tiempos en que la globalización, el ecumenismo y el casamiento de culturas van conformando la negada redondez de nuestro mundo, una palabra cobra cada vez mayor protagonismo: Tolerancia.
Se habla de tolerar las creencias ajenas, sean éstas religiosas, de costumbres heredadas o de libre elección.
También se convoca a esta moderna expresión para defender la paz, tan lastimada en los últimos siglos y para darle permiso al diferente a que pise y habite el mismo suelo que nosotros.
Según el diccionario tolerar es sufrir, llevar con paciencia, permitir, no impedir, resistir, soportar, aguantar...
En nuestro idioma cotidiano solemos colocar esta palabra en la nómina de virtudes que conforman la buena conducta, pero ¿es ser tolerante una cualidad?
Quien practica la tolerancia ¿se convierte por ello en un apóstol de la caridad?
¿Desde que lugar uno "tolera" lo que es distinto?
Desde que somos niños se nos entregan manuales para todo, y es de esperar que nos aprendamos sus reglas y capítulos de memoria para ser aceptados en la comunidad en medio de la cual hemos nacido.
Mientras seamos parecidos al resto, todo marchará de manera armónica pero en cuanto pretendamos salirnos de la procesión para explorar el bosque, la turba se dará vuelta y nos hará señas para que regresemos al sendero conocido o, en el mejor de los casos, "tolerará" nuestra curiosidad esperando que en algún momento volvamos nuestros pasos hacia la multitud.
Es que ser distinto asusta a los parecidos.
Pensar diferente moviliza a los que han basado su vida en un mismo argumento, muchas veces recibido en herencia sin cuestionar.
La tolerancia suele flamear en lo alto como una bandera que representa la aceptación y el respeto. Pero no debe sorprendernos que estos sentimientos sean barridos ante el primer ventarrón de discordia que se cuela en medio de dos o más que piensan de manera dispar.
Entonces, el estandarte con que pretendíamos elevarnos hacia el cielo cae abruptamente en tierra o, en el peor escenario, es apuntado como lanza hacia el flamante enemigo.
Aceptar las diferencias es todo un desafío.
Implica levantarse del cómodo sillón de las propias creencias y asomarse al precipicio de la verdad del otro, que desde nuestra perspectiva es un abismo que dá vértigo.
Celebrar la diferencias, eso, es divino.

Victoria Branca

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Un arma poderosa

Un arma poderosa