jueves, 8 de abril de 2010

El mejor prólogo















Por lo general, quien acepta escribir un prólogo lo hace porque el libro le parece hermoso: agradable de leer, de alto nivel literario, hasta el punto de suscitar simpatía o, al menos, admiración hacia quien lo ha escrito.
Este libro provoca todo lo contrario.
Está lleno de infamias contadas con una torpeza burocrática que perturba; su lectura oprime, su nivel literario es mediocre y su autor, a pesar de sus esfuerzos por defenderse, aparece tal cual es: un canalla estúpido, verboso, basto, engreído y, por momentos, manifiestamente falaz. Sin embargo, esta autobiografía del comandante de Auschwitz es uno de los libros más instructivos que se hayan publicado nunca, porque describe con precisión un itinerario humano que es, a su modo, ejemplar: en un clima distinto del que le tocó crecer, según toda previsión, Rudolf Höss se habría convertido en un gris funcionario del montón, respetuoso de la disciplina y amante del orden; como máximo, un trepador de ambiciones moderadas. En cambio, paso a paso se transformó en uno de los mayores criminales de la historia.
A nosotros, supervivientes de los Lager nacionalsocialistas, a menudo se nos hace una pregunta sintomática, en especial por parte de los jóvenes: ¿Cómo eran, quiénes eran "los del otro lado"? ¿Es posible que todos fuesen unos malvados, que en sus ojos nunca se avistase un brillo de humanidad?
El libro responde a esta pregunta de manera exhaustiva: muestra con qué facilidad el bien puede ceder al mal, ser asediado por éste y, finalmente, sumergido, para sobrevivir en pequeñas islas grotescas: una vida familiar ordenada, el amor a la naturaleza y un moralismo victoriano. Justamente porque su autor es inculto no se puede sospechar una colosal y sabia falsificación de la historia: no habría sido capaz de ello. Por el contrario, en sus páginas afloran evocaciones mecánicas de la retórica nazi, grandes y pequeños embustes, esfuerzos de autojustificación, tentativas de embellecimiento, pero tan ingenuos y transparentes que hasta el lector más desprevenido no tiene dificultades para identificarlos: resaltan en el tejido del relato como moscas en la leche.

Primo Levi,
extractado del prólogo del libro
"Yo, comandante de Auschwitz",
escrito por Rudolf Höss
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