miércoles, 21 de octubre de 2009

La otra cara de la tristeza



















Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente.
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse, haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua.
Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró.
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo) con pereza y lentamente, la tristeza salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz.
Y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.


"La tristeza y la furia"
Cuentos para pensar
Jorge Bucay

1 comentario:

Gonzalo Sanjurjo dijo...

Veo en la calle gente furiosa
¡Cuánta tristeza contenida!
Es dificil contener al iracundo,
su disfraz es tenebroso.
¡Cuánta compasión despierta el que esta triste!
Sin disfraces es posible encontrarse y hacerle compañía a la tristeza.

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