sábado, 12 de febrero de 2011

La prueba del delito


















Uno de los desafíos en los que me embarqué durante el año pasado (digo desafío por llamarlo de manera más interesante ya que se trató ni más ni menos que de una odisea con un final cantado, y no por alguna sirena) fue el plan nutricional de descenso de peso e inicio de alimentación saludable bajo la supervisión estricta y remunerada de una especialista en la cuestión (que no era yo, obviamente).
El asunto es que el plan funcionó bien los primeros meses, como todo amor recién estrenado, pero al promediar el año se convirtió en una lucha diaria entre el estricto deber y el desmesurado placer.
La constancia no es una de mis virtudes, me cuesta terminar muchas de las cosas que empiezo, a no ser, claro, que el objeto que deba llevar a feliz término sea una obscena, deliciosa y prohibidísima torta de chocolate. Ahí te cumplo la tarea de cabo a rabo sin la más mínima distracción y sin que al entusiasmo decaiga.
Y eso fue lo que hice varias veces a lo largo (y cada vez más ancho) sendero de esa reverenda dieta en la que incursioné.
La especialista sospechaba que yo no andaba haciendo la tarea del todo bien, entonces terminaba concediéndome alguna pequeñita excepción a la regla pero, ¿acaso puede compararse una barrita de cereal con chocolate al bocato di Cardenale Papístico que significa llevarse a la boca un tenedor repleto de esponjosa torta recién hecha de chocolate y dulce de leche?
El asunto es que violé la libertad condicional varias veces, es decir, hice libre uso de mi propio albedrío a costa de mi futura silueta y a sabiendas de que incurrir a conciencia y en reiteradas ocasiones en la misma falta es claramente intencional y premeditado. Por lo tanto, y dado que no puedo ser juzgada por insania mental, me someto al tribunal alimenticio para que se expida sobre esta causa y remito, a modo de prueba, la foto del objeto de mi grave falta a la salud y el buen comportamiento.
Ante mí, doy fe (pero la porción real, que te quede claro, queda en mi poder)

3 comentarios:

Gabriela H. dijo...

Hace un mes que estoy a dieta! No podés ponerme esta tentación adelante!!! Decí que es sábado a medianoche y, ni aunque quisiera, sería capaz de encontrar semejante tentación por acá cerca. Así que, sólo por hoy, no seré cumplable de ningún delito...
Yo te absuelvo...

Eskita dijo...

jajajajaj me hiciste sonreir leyendote, no porque me cause gracia lo que te pasa sino por lo identificada que me siento con el bendito-maldito chocolate! terrible! que es lo que hay que hacer? yo opto por no tener nada de eso en casa, porque si hay, no puedo comer solo un poquito, estoy pensando a cada rato que esta ahi y que me llama...
creo que hay que tener un balance no? no comerlo a cada rato, pero tampoco prohibir lo que nos gusta tanto y nos hace tan felices (aunque sea solo por el momento que dura la porcion en el plato)
:)
besos victoria!

Marcela dijo...

Oh My God!!!! mmmmm... vos querés que todas abandonemos la dieta Victoria!!! A que es eso de que mejor que adelgazar es engordar al resto! ja ja.
Pero que dieta es esa que no permite algo rico una vez por semana? el cuerpo necesitará comida sana pero al espíritu una tortita de esas de vez en cuando le vienen tan bieeennn.
Gracias por la data del libro, ya lo estoy buscando!
Saludos

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