viernes, 14 de agosto de 2009

El descenso al Inframundo


















Anoche fui a ver El Fantasma de la Ópera.
El musical de Andrew Lloyd Webber, basado en el libro de Gastón Leroux, tiene mucho del mito del secuestro de Pérséfone.
Christine, la protagonista, es una jóven Perséfone, huérfana de padre y madre que no conoce el amor y mantiene la inocencia e ingenuidad de una niña.
Tiene una voz privilegiada y, en sueños, recibe la visita del ángel de la música, a quien ella no ha visto, pero sí oído.
El fantasma es un Hades (dios del inframundo) enmascarado, que habita en los sótanos del teatro, y desea con locura a la frágil Christine.
La noche del secuestro (el comienzo del invierno en el mito) Christine es seducida por el fantasma a través de un espejo y llevada junto a él a su reino subterráneo.
Una vez allí cruzarán una laguna (la del olvido) para llegar juntos a ese paraíso
oscuro y sensual, donde Hades enmascarado la invitará a unir la voz de ella al talento de él, la dulzura de ella, a la pasión de él...
En un acercamiento tímido y sensual, él la ira hechizando hasta que ella pierda, finalmente, el conocimiento y entre en un sopor propio de los lugares fuera del tiempo. De los umbrales que quedan sostenidos por un delgado y mágico hilo del que
penden las agujas que tejerán su nueva personalidad.
Christine, al igual que la ingenua Perséfone, no será la misma luego del encuentro
con ese hombre oscuro e hipnótico. Tampoco su voz.

Descender al inframundo es entrar en una noche oscura.
Es dejar atrás el mundo conocido para adentrarse en los huecos ocultos y misteriosos
del alma.
Es seguir la voz de un guía que no pertenece a la realidad cotidiana, pero que es
capaz de devolvernos la vitalidad perdida. La esencia perdida.
Y que con su canto profundo y abismal, vuelve a encender el fuego de la pasión, adormecida, que hace que la vida valga la pena.

2 comentarios:

Lulutrix dijo...

a mi decender al inframundo siempre me dio miedo, siempre escapo, algún día tendré que hacerlo con los ojos bien abiertos

Victoria dijo...

Es todo un viaje... A veces, no voluntario.
Beso

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